lunes, 14 de enero de 2013

Un café con doña Flor.



Me sintonizaba en aquella noche de lluvia implacable, deseaba sentir los besos de aquellas gotas en mi piel, recobrar el valor de emboscarte otra vez.
Sujetando tus cabellos, aferrando mi cadera como una soldadura entre los dos, estallando en contracciones, riendo y gritando.
Me entusiasmaba observar a Simón y Natalia en la escalera, ver manos invadiendo las partes aguadas, buceando en la flor mojada.
A ellos les gustaba que yo los mirara.
doña Flor la abuela de Simón, sospechaba desde su alcoba lo que cometían en el último escalón.
Yo me preguntaba si esa vieja gorda y repugnante sentía deseo, ¡deseo sexual¡ mis pensamientos se congelaron al entrar a su cuarto y ver como doña Flor, succionaba el pene al cerdo de su marido, dejé la puerta entre abierta para observar la reacción de aquel señor, y solo gemía con débil voz, por un momento pensé que el aparato que tenía en sus manos se le iba a deslizar, y no tardó mucho en que mis predicciones se hicieran realidad.
Sentí ganas de vomitar, yo hubiera preferido tener la imagen antes vista de su nieto, y su bella amante.
Empecé a descubrir que la cerda de doña Flor espiaba a su nieto desnuda para acariciarse, por que no siempre su marido se dejaba agarrar.
El lunes pasado sentí contracciones en mi cama, me imaginaba  a Simón cabalgándome y disfrutaba su pene erecto. Solo fantaseaba; doña Flor  hoy me invitó un café, reaccioné  de forma que le pareciera sorprendida, pero por dentro yo estaba consternada y me pregunté ¿ahora que querrá esta vieja hijueputa?
Nos sentamos a tomarnos el café y empezó a mirarme de una forma extraña, como si tratara de descubrir lo que pensaba.
Rompí el silencio y le pregunté, ¿doña Flor, es usted feliz?
Ella hizo una sonrisa, yo no más vi como como su caja se movió lentamente.
Contestó, he decidido con el tiempo hacer mi vida llevadera.

Soló  con los años lo entenderás, en ese momento la miré justamente a sus ojos y vi toda su experiencia, como si  hubiese visto a través de su mirada, todo, debajo de tantas arrugas y parpados caídos; ¡Qué momento más extraño y humano¡. Y constaté  que la vida está llena de momentos como este.

Volví a pensar en mi vida, pero preferí  dormir.