viernes, 29 de noviembre de 2013

Curiosidades.

Las palpitaciones son excusas, ondas que alteran ese comportamiento embriagado, ven visíteme una vez más, deseo el contacto de tu piel y mi piel, un beso cósmico, impuro, obsceno.
Una lamida, una mordida, una lengüeteada.

Y no te afanes en burlarte de mí cuando  comentas tus planes de cambios engañosos.

¿Cuál es tu color favorito?

¿Cuándo iremos juntos al mar?

¿Nos emborracharemos los dos?

¿Por qué me amas? ¿A quién amas? ¿Me amas?

¿Por qué no tomas café nunca?

¿Hace cuánto no haces el amor?

Encontrémonos al voltear la esquina.









martes, 26 de noviembre de 2013

Madrugada 4.30.



No hay  rastros de nuestros besos ausentes, ni las caricias que en mi mente golpean; Los días pasan, sé que aun cuando no te veo, muere algo, se marchita lentamente aquella flor camelia.

Un verosímil recuerdo me arrastra con inmediatez a esos, tus ojos negros.
Caliéntame las manos que son un iceberg, resguárdalas en tu indecencia.
Mi lunático y ebrio cura, ¿cuándo fue la última vez que rezaste?
¿Acaso fue en la víspera de nuestro encuentro?
Tus gemidos; ese clamor invoca un Ave llamado María, y que decir de las letanías en latín que no entiendo.
¿Ese es acaso vuestro rezo?

Susurras en mi pecho besos de mercurio, derramas de tu cáliz densos  goterones, que mi cueva diminuta acoge plácidamente,  haciendo estallar eso adentro, que no sé cómo dibujar.

Camino guiándome  de aquel llamado, hermosas calles oscuras de tristes días soleados.
Nos reuniremos en nuestro aposento, un santuario inexistente, que algún día bautizaremos, con ángeles y demonios de testigos.
Aunque sé que con los dos bastará.

Tuya Sor.

Sonatina Nocturna.

¡Oh!, ven y disuelve esos espectros que nos separan, que la muerte sea la encargada de envolvernos con su manto cálido, aleatorio.
Vivamos esos veinte años que el futuro nos traerá, en un hoy perpetuo.
Cabalguemos con la marcha fúnebre de Chopin y con nuestros delirios, azotemos la plaga maldita que tiene esa carga de valores en desuso, reinventemos el ceñir  de nuestros cuerpos, de nuestras mentes entrelazadas.
Que la crisálida de nuestro amor prematuro no desfallezca; hoy los restos de mi fiebre se asoman como cascadas, cataratas de sangre que purifican mi seno.
Las calles de mi Cali infectada, desborda angustiosas noches de muchedumbre incompleta. Y vino a mi mente el recuerdo de aquella niña sentada preguntándose de su miserable existencia, murmuró cansada despreciando ese “todopoderoso” que su padre amaba absurdamente.
Se despojó y navegó en ese espacio negro que la chupaba como un vil helminto.

martes, 8 de octubre de 2013

Eucaristía


“Es domingo de misa, un día en el que me levantan mis padres felices porque iremos todos unidos a la iglesia.”

Yo, nerviosa y feliz me despierto, pensando que hoy te veré, por los menos, recibiré de tus manos, de tus dedos,  esa moneda blanca que se me pega al paladar.
Cuando llegamos, toda la iglesia ya  está llena y no encontramos casi asientos, a mis padres les ceden unos puestos, y yo corro  para hacerme adelante y contemplar esos hermosos labios, tus labios.
Toda esta ceremonia se hace eterna, y yo deliro mientras nombras todas esas oraciones, a las que no les doy atención.
No sé si me delato con cada sonrisa estúpida que te echo, pero tu respondes sonrojándote, cautivado, la verdad  no me atrevo afirmar si te gusta o te da risa de esta capulla insolente enamorada de ti.

Al llegar la hora de la eucaristía, trato de hacerme en la parte de atrás.
La fila avanza lo más lento posible que puedan imaginar y siempre trato de asegurarme en ser la última.
Esto para que las demás personas no sospechen lo que tú amado cura mío, me haces sentir, cuando llego a ti, a tus manos, siento esos dedos pequeños, que primero rozan suavemente mis labios y abriéndolos lentamente, introduces ese pedazo de harina.
Yo atrapándote en mi boca te succiono los dedos y aferrándote más a mí, te doy un mordisco de despedida.

A veces pienso si en realidad crees en todo lo que predicas, y en ese dios absurdo del que hablas, no sé por qué logro sospechar que en aquel ritual te pitorreas  de toda esa gente loca que va a la casa del “Señor”
Lo peor no es eso, es observar cómo se creen toda esa mierda, además de sentir una intersección falsa. Y concebir que sus porquerías de vidas obtuvieron un cambio.
Sintiéndome patética, entro a ese templo que aborrezco; solo por una fuerza que me mueve hacerlo. ¡Tú.!


Odio a ese Dios, tú Dios, y más aquella religión maldita que todo lo prohíbe, solo deseo cumplir por lo menos 14 años y algún día escapar contigo.

martes, 24 de septiembre de 2013

Ofrecimiento.

Os ofrezco,  mi querido cura, para siempre,  el amor que os tengo con mi hijo, el espíritu el santo. Os ofrezco, adorables sonrisas, y una inquietante caricia que sé que a usted le perturba,  y hace que tenga esas cortas  y encantadoras eyaculaciones;  el amor, las complacencias, la felicidad y todas las delicias de que gozáis y gozaréis eternamente en la contemplación de vuestras infinitas imperfecciones. 
¡Divino!, ¡maldito!, rogad a  tu cordura, como lo hicisteis la víspera de vuestra pasión, que me una a vos, como vos le estáis unido al cielo y al infierno, donde espero que con un acto sublime, juntes  un día, la unión de mi corazón con el vuestro por toda una eternidad.  


martes, 10 de septiembre de 2013

En el confesionario


Querido cura, amado mío, admití mis pecados y herejías hoy. Contando con tan solo trece años no he podido declarármele. Temo decirle en su cara lo que causa en mi interior, y la emoción que me produce esperar casi una semana para poder verle. Evito a toda costa que mi padre vaya conmigo al confesionario.  Al llegar a la iglesia las ansias y nervios invaden todo mi cuerpo, mi mente, y me vuelvo un caos.

Usted logra desquiciarme de  una forma sorprendente, al acostarme, no puedo  soportar la idea de dormir, y dejar de pensarle,  entonces, se dibuja su rostro y aquella mirada en mi memoria. Esos ojos negros  me acompañan y lentamente desaparecen con el mar mismo.

Mis senos están creciendo, ¡y cómo me encantaría que fuesen besados por ti!, con un Ave maría, que vayas descubriendo todo mi cuerpo,  y así lentamente,  que roces tu barba por mis brazos, abdomen,  hasta hacerme estallar del hormigueo.

La vez pasada soñé que me atrapabas en el confesionario, Con un beso  me envolvías, hasta desposeernos de nuestras  vestiduras, de tu sotana, sentí  tanto calor en mi flor, y más al descubrir  tu miembro húmedo  que rosaba y palpitaba en mi pequeña cueva.

Al darte cuenta  de mis travesuras me pegabas unas cuantas palmadas,  que dejaron como accidente. Agitaciones, y contracciones en mi pelvis,  y estas  pequeñas manos no evitaron introducirse allá, donde me gustaría que estuvieran las tuyas, y declamar una letanía para tal acto:
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Rosa mística, Torre de David, 
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo, y del infierno.
Dios, Padre celestial, acompáñanos en esta ceremonia  maldita, bendita. 

Introdúcelo lentamente, 
hasta que me sacies, hasta que te sacies. 

Al entrar en la iglesia, mis pasos me acercan a ti, acompañados de santos, ángeles,  que no hicieron otra cosa más que observar  y musitar sigilosamente cada uno de mis pensamientos,  cada movimiento convertido en un revoltijo  de emociones,  que no soportan la incertidumbre, y esperar esa palabra, o gesto de respuesta.

Mi cura, mi ensueño,   guardas no solo secretos y confesiones, en ti se alberga un misterio, te delatas al observarme,  mirada tuya inquisidora, inquietante, que conquista  y desconcierta.

La valentía abandonándome pone en duda si entrar, o no.  Me gustaría salir corriendo y esconderme, como el año pasado cuando besé a un niño  por primera vez.
Pero decido entrar,  un impulso se apodera  de mi organismo, mi psique.

Al  introducirme  en ese pequeño cajón me recibe otro eclesiástico.
Siento un alivio inmenso, pero mi corazón es hecho pedazos.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Perdida no solo en el tiempo, sino en un espacio que no le pertenece.


Desasosiego.

Vacío, profunda melancolía que la existencia no da abasto.
Solo un inmenso desconsuelo padece mi alma, que aborda posibilidades, oscuras, lúgubres, maléficas, y  a veces ligeras;  Enigmáticas como esas retinas apagadas que posee un difunto.
Es la perturbación que se  apodera lentamente,  y como en un principio no encuentra salidas. Centelleos esquizofrénicos  que se encuentran con fantasmas ya olvidados. 

martes, 27 de agosto de 2013

Tú, blasfemia idílica



Estúpida sensualidad tuya
 que me adormece simplemente al pensarte.



Amontonada con cadáveres que ríen, se encuentra con él, que está ávido por mostrar sus cortejos, pero apenas la mira, siente como sus piernas tiemblan y no duda en bajar lentamente  su mirada, que al compás de sus pasos desaparece lentamente, por aquella calle solitaria. 

lunes, 26 de agosto de 2013

Ausencia



Soledad que conmigo siempre estas, no me dejes a solas con los demás, caminemos bajo el sol truculento, que quema nuestros cuerpos, un cuerpo sin cuerpo. 
Abalancémonos con la ráfaga de ruido y multitudes que se unen solo para que nos abandonemos un poco.
Que las miradas escudriñen los pesares ausentes de sonrisas muertas, que se pierden con el ocaso mismo del Valle del Cauca.

Hoy los tiernos corazones envejecen con el afán de nuestro tiempo
y  las luces se pierden con tus ojos negros, encendiendo un llamado a lo desconocido.

Confesiones a un cura.


En la iglesia un cura confiesa pecados maravillosamente

desastrosos,  queriendo abordar aquella chica hermosa que lo deja perplejo por aquellas culpas que en su alma habitan. Aborda personas, amores, besos borrachos, y un sin número de posibilidades.
Palpa más que el roce de sus dedos apenas tocándose.  

jueves, 22 de agosto de 2013

Carlos me ha salvado del suicidio.



Me encontraba en mi cama alucinando como siempre,  mi hermano me convida a un porro, lo pienso, pero me decido a fumar y hablar con él.
Fumo y siento el hipotálamo activado, me desespero cuando escucho el motor de la motocicleta de mi padre, salgo huyendo de mi casa desesperada, sin rumbo. Pienso en las voces que me persiguen sin descanso alguno, no he dormido por cuatro meses.
No abordo un bus, pues me imagino la traba tan hija de puta  y me espanta la idea,  me subo en un taxi, y desde el sur,  recorre  media ciudad  hasta dejarme en la Loma de la Cruz.
Camino por las calles pavimentadas y repugnantes de esta ciudad que amo y odio al mismo tiempo, busco  algo que me embriague, cruzo la quinta, llegando al Intercontinental rastreo la muerte, no la encuentro. Camino por el oeste de esta ciudad, en la Tertulia, me detengo y fumo una cajetilla entera de cigarrillos, queriéndome arrancar la cabeza.
Compro  media de Brandy y lloro desquiciadamente, grito, hablo conmigo misma, la gente me mira, sigo caminando, pienso en cómo acabar con esta vesania incesante, pienso y pienso, me digo:  ¡que cobarde, no puedo hallar la forma correcta!
Pienso en mis padres, mi mamá, me habla, llora y dice que no lo haga, ¡cada vez me confundo más!
La gente me mira, y escucho sus murmullos, ¿o soy yo?,  me siento en el limbo,  más allá que acá, sin fe alguna. Como una loca maldita.
¡No sé qué hacer!
Se me ocurre llamar a un amigo, a  Carlos,  Yo pienso que seguramente no está, contesta la mamá, y lo pasa inmediatamente, Lo saludo diciéndole que lo necesito urgente, que nos veamos, él dice  que cae de una, yo desesperada, y esperándolo,  entro a una tienda de peces, donde me quedo bastante tiempo observándolos, hasta que la dueña de la tienda, me dice que tiene que cerrar y me echa.
Salgo y esperando que no me saquen, entró a la panadería Quinta con Quinta, donde la media de brandy me despeja un poco, tomo unos cuantos tragos, esperando a Carlos y medito sobre mi vida,  llego a la conclusión que no quisiera más este tormento que estoy viviendo,  Carlos llega,  nos encontramos en Comfenalco,  hablamos, me tranquiliza.
Nos embriagamos, caminamos bajo la lluvia, yo le cuento lo sucedido y él no hace otra cosa más que reírse, ocultando su preocupación; caminamos varias cuadras, pasamos por la Gruta, nuestra parada es en la Feria del Libro en el CAM,
donde nos detenemos como niños para ojear libros y revistas.

Después de una larga caminata  y un día agotador,  decidimos irnos,  él compra una revista de Monet o Gauguin, no me acuerdo, mi memoria falla últimamente.
Abordamos  el bus, nos hacemos en los últimos asientos, hablamos, nos reímos
Me acompaña a mi casa, llego y encuentro la misma atmósfera,
me doy cuenta que he muerto.

miércoles, 14 de agosto de 2013

La historia del gato Iris



Doña Tulia es una señora de setenta años, cabello blanco como la nieve y con unas lindas mejillas rosadas, lozanas, aunque caídas, como sus pechos.
Vive en un tercer piso, justo al frente de donde yo vivo, en su casa habitan relojes, muchos cuadros y siete gatos.
Todos los días se levanta temprano a cantar con los pájaros del tejado de al lado. Iris, el gato menor de  siete hermanos gatunos, al escuchar sus pasos, empieza a revolcarse en la casa, en sus pies, pidiendo caricias, leche y comida.

Doña Tulia no tiene hijos, ni amigos, solo sus gatos y sus cachivaches.
Mantiene sola, limpiando y cuidando sus mininos, además de bailar unos cuantos boleros con el gato Tresillo.
Tresillo es el gato mayor y el más dormilón.
Iris sale todos los días pasando por mi ventana, pavoneando su peluda cola, mientras gira sigilosamente para acariciarse en las rejas, cuando la descubro mis hermanos y yo corremos  pero no la alcanzamos, ella sale como loca al escuchar que abren su nevera, y corre  a cazar una arveja.

Doña Tulia atareada y risueña se dirige a sacarla inmediatamente de la nevera, a veces la deja un minuto, para que cace las gotas que caen del congelador, y cace una que otra habichuela.
Hace dos semanas no sé nada de Iris y tampoco he visto a doña Tulia, sus gatos parecen de fiesta, pasan y juegan en todos los tejados, de noche, de día, cazan pájaros, lagartijas y uno que otro ratón.

Justamente fui a la tienda por los huevos del desayuno y escuché a dos señoras, las más chismosas del barrio, diciendo que la señora Tulia estaba en el hospital, con mangueras en su cuerpo, muy magullada.

Yo cabizbajo me dirigí a mi casa, pensando en la señora Tulia, no sé porque sentí  tanta tristeza.
Al llegar a mi casa, mi madre me sirvió una porción de pastel de fresa, con un vaso de leche y jugué  toda la tarde.

Pasaron y pasaron los días, me enviaron de vacaciones  donde mi tía Cleotilde, comí, jugué, salté y hasta una rodilla me raspé. Las vacaciones cada vez se hacían más cortas, yo mientras tanto pensaba, ¡lo primero que haré al llegar, será ver ronronear a Iris en la ventana, mientras se revuelca para que la acaricie!.
Sonreí al imaginarme la blancura de su pelaje y su letra en la frente. Pensé, yo le hubiera puesto de nombre Mane un ser fantástico.

Un lunes en la mañana llegué, cansado, con mucho sueño, me enviaron a comprar la leche, al salir vi a doña Tulia, más vieja,  débil y noté una extraña tristeza que la abatía.
Nos vimos fijamente, ella tenía una hechizada mirada, la dejé de observar y  me echó una sonrisa.
Todos los días en la mañana esperaba a Iris en mi ventana, pero no la volví a ver, Doña Tulia pegó avisos en los postes, preguntó, y hasta recompensa ofreció para recibir cualquier información de su gato Iris.

Al pasar los días, doña Tulia, más vieja, más fea. Empezó adquirir un aspecto lívido, lechoso.
Me imaginaba a Iris paseando por todos los tejados de la ciudad, Confieso que no me importaba la desdicha de doña Tulia, por el contrario, disfrutaba imaginando ser un gato, para recorrer el mundo como lo estaba haciendo Iris.
Doña Tulia, no volvió a cocinar y un día hablando con mi madre, le propuso que le hiciera el almuerzo,  mi madre amablemente accedió sin ningún interés.

Yo era el encargado de llevar todos los días a las doce en punto el almuerzo de doña Tulia. Los primeros días Doña Tulia, no me dejaba pasar más allá de su puerta, Apenas volteaba, yo  escudriñaba  muy curioso cada rincón de su casa, o por lo menos, lo que alcanzaba a ver, mientras ella vaciaba su comida y me devolvía los recipientes.

Ya habían pasado casi dos meses desde que Iris estaba paseando, y realmente la extrañaba, añoraba todos los días verla en la mañana ronronear en mi ventana.
Al llevarle el almuerzo a doña Tulia, empecé a notar un cambio repentino, ella estaba más amable de lo habitual, y me brindaba helado todos los días, helado que hacía en sus ratos libres.
Eso sí, aun  no me dejaba pasar a su casa.
Sus gatos estaban algo flacuchentos y pulgosos, además de no estar todos, me preguntaba  ¿se habrán ido a pasear los demás?
Tampoco bailaba con su gato Tresillo los boleros, que desde mi casa se escuchaban todos los días; yo pensaba en el fondo, que estaba muy anciana y no podía hacerse cargo de tantos mininos, sentí pena y pensé de nuevo en Iris.

Un día lluvioso y con alarma de tormenta, mi madre me envío a su casa como todos los días a llevarle su almuerzo, al llegar doña Tulia contenta, feliz, me dijo: ¡hace mucho que no llovía, siempre hace falta un poco de agua!
Yo sonreí.
Al recibirme el almuerzo, se dirigió a la cocina, donde escuché un  grito y el estallido de los recipientes, corrí inmediatamente a socorrerla y !vaya sorpresa!, su pierna roja como un tomate e hinchada como un pavo,  me causó conmoción, ella  llorando y gimiendo, casi inconsciente, quedó tendida.
Se me ocurrió ponerle hielo en su pierna, mientras pedía auxilio.
Corrí directamente a la nevera, observé en ese milésimo de segundo, el espacio, cada rincón, cada reloj y sus cuadros curiosos.

Pensé, ¡ojalá halle hielo!. Abrí la nevera, ¡y qué podrido estaba todo!
Los tomates con un moho de cuatro pisos, las papas negras como la noche misma,  las habichuelas flacas como mi prima Mariana, y las cebollas, descebolladas.  

Quise abrir el congelador  pero no alcanzaba, agarré una butaca y me paré encima para alcanzar la manija, atascada, como atrancada, halaba y halaba, pero no abría. Hice tanta fuerza  que caí, y encima de mí un par de carnes congeladas.
Al reponerme del topetazo, me levanté para  agarrarlos y meterlos de nuevo en el congelador,al  sujetarlos  cayendo del susto vi que eran gatos, atónito, aterrado y estupefacto, quedé perplejo al darme cuenta que era Iris, y otro de sus siete gatos. Lloré y lloré porque no estaban de paseo, si no congelados.

Doña Tulia muy parada en su pierna chueca, me tocó el hombro, y dijo, que lo de Iris había sido un accidente, enterándose al mes que estaba era en su nevera, y no perdido como lo imaginaba.
Pero que el otro gato había sido a propósito su congelada. Abrí mis ojos sorprendido ante dicha confesión, imaginándome, que el próximo congelado iba a ser yo. Lloré sin emitir sonido alguno y empecé a recordar el comportamiento extraño de doña Tulia.

Gritando, sentí un golpe repentino en la cabeza, al abrir los ojos observé que caía de la cama, simultáneamente también caía un chorro de orín, sentí un alivio, me levante aterrado al darme cuenta que había sido una pesadilla.

Mi madre preocupada me miraba y diciendo, ¡tesoro, ya pasó! Te caíste desmayado al intentar coger unos hielos para socorrer a Doña Tulia, ella te trajo cojeando, diciendo que eras un niño muy noble y que todo el mes estabas invitado a comer helado,  ¡de tu preferido!, dijo.

Yo vomité y tendido en la cama por un mes desplomado, dándome cuenta que me estaba comiendo a Iris en helado.
Doña Tulia adquirió tres gatos bebés esta semana, yo procuro no verla a la cara, sus ojos alumbran en la ventana  por la noche, con la luz de Luna.

Iris pasa en mis sueños fugazmente, y la recuerdo ronroneando y revolcándose en mi ventana.

lunes, 8 de julio de 2013

Una noche en el burdel

(Serie, Prostitutas y burdeles)

El olor es intenso, como las calles húmedas de Cali, olor a semen y fluidos un tanto embriagadores, pero no tanto, con la mirada ausente, perdida, melancólica y fugitiva  de una señora que podría ser mi abuela.
En el burdel, bailan muchas mujeres y ríen, una risa entre dicha, a carcajadas se ríen, como si se burlasen de sus propias vidas, los cerdos, malolientes, camioneros, carniceros, destilan su arrechera de tal forma que me dan ganas de vomitar.

Justamente condenso mi atención despiadadamente  en dos mujeres, una un tanto vieja y la otra joven, como madre e hija. 
Las dos conversan sin dejar de mirar su alrededor, estando siempre disponible a cualquier cretino que se las quiera follar.
Mientras tomé un par de cervezas, observé  cada rincón de aquel lugar, cada señal emitida por cada uno de los habitantes de ese lugar.

Se acercó una chica preguntando que si se me apetecía un baile, pero no era lo que yo  deseaba.
Sus pupilas escondidas y mis deseos de dibujarla, me llevaron a preguntar si estaba disponible por treinta minutos, dijo sí, como quien se lleva una sorpresa.
Al entrar al cuarto, me preguntó que quería. Yo le contesté, desnúdate y te abalanzas en la cama, acostada en el catre, como esperando, le dije que la iba a dibujar, ella consternada y un tanto extasiada, me dijo que por su puesto.
Empecé a dibujarla mientras ella incomoda me miraba, me observaba como si quisiera olvidar  un poco el ambiente, un tanto agotada cayó dormida, en el sueño más preciado, Soñaba como jugaba con su hermana.
Al terminar salí, y la deje dormida. La despertó un cerdo, cruelmente metiéndole la polla por el culo, ella gritó, un clamor  de dolor, no físico, un suplicio del alma, algo que ya no podía detener.













Mari Luz

(Serie, Prostitutas y burdeles)

Mari Luz de pierna cruzada, mira y mira para cada esquina, observando que irá a caer; Juan Fernando con ganas de un polvo ligero sale con el tiempo contado, !media hora¡. La hora del almuerzo que se torna justamente para una follada.

Al salir de su oficina, no piensa en otra cosa que la niña que vio ayer en la 16, sentada, íntimamente solitaria, melancólica; sus gestos se confunden con la piel tersa que se esconde y se vende a tan buen  precio, treinta mil, y una buena  mamada a diez mil, Fernando no discute semejante oferta,, pensando en el vídeo porno de su amiga Yadira, la chupa pijas, espera que sea similar, y que por lo menos la pija se ponga erecta. El divagando mientras, en sus mas retorcidos y asquerosos deseos, accede a comprar el servicio.
Mari luz por lo tanto en el vaivén de su oficio, casi desmayada, cae, pálida, inerte, muerta. Él corriendo del sitio llega a su oficina donde tiene el orgasmo justamente delante del portero. Una jornada exhausta.










La 20.

(Serie, Prostitutas y burdeles)

Hay venta de res, afanémonos por complacer a los mezquinos.

miércoles, 10 de abril de 2013

Esquizofrenia


Prohibidas las llamadas, canceladas las palabras, coqueteos de miradas y en la parada encuentro una mujer agotada.
Enciendo un cigarro, no la dejaba de observar, ella se percata de mi interés, y se dirige hacia mí, sonríe, me pide un cigarro; empezamos a coquetear, minutos antes me fijaba solo en su mirada, me atrapó de una forma foránea, pero empiezo a descubrir sus hermosos atributos, sus labios me hipnotizaban cuando vocalizaba, mientras sus labios carnosos, se agitaban  los imaginaba húmedos en mis pezones.
La conversación se tornaba más interesante, algo envolvente nos iba atrapando cada vez más.


Me contaba que bailaba danza contemporánea; hablamos sin parar, como por media hora.
Nos gustamos tanto; me invitó un café cerca de la parada, pensé que sería ideal una dosis de cafeína, pensé que sería ideal una sobredosis de aquella mujercilla.
Llegamos al café, y optamos por vino, nos desinhibimos, pedimos unas copas, fumamos, ella saco una papeleta de cocaína, aspiro su todo, su nada, volvió a sugerir otra copa, la acepte.


Sonaba un blues de Menphis Slim, lo cantamos, la amé. Sentí la necesidad de besarle, quería acariciarla.
Nos miramos fijamente, se fue acercando lentamente, no sé qué sentía, nervios, ansiedad.
Solo quería introducir mi lengua en su boca húmeda, pasar mis dedos por sus piernas largas.
Era delgada y pecosa, sus senos redondos hacían desear que los escalara.
Nos dimos un beso de flor, de muertos y alcohol.
El mesero se acercó diciendo, ¡ya vamos a cerrar!
Miré mi alrededor y me di cuenta que estaba completamente sola.
La semana siguiente, apareció de nuevo.











lunes, 14 de enero de 2013

Un café con doña Flor.



Me sintonizaba en aquella noche de lluvia implacable, deseaba sentir los besos de aquellas gotas en mi piel, recobrar el valor de emboscarte otra vez.
Sujetando tus cabellos, aferrando mi cadera como una soldadura entre los dos, estallando en contracciones, riendo y gritando.
Me entusiasmaba observar a Simón y Natalia en la escalera, ver manos invadiendo las partes aguadas, buceando en la flor mojada.
A ellos les gustaba que yo los mirara.
doña Flor la abuela de Simón, sospechaba desde su alcoba lo que cometían en el último escalón.
Yo me preguntaba si esa vieja gorda y repugnante sentía deseo, ¡deseo sexual¡ mis pensamientos se congelaron al entrar a su cuarto y ver como doña Flor, succionaba el pene al cerdo de su marido, dejé la puerta entre abierta para observar la reacción de aquel señor, y solo gemía con débil voz, por un momento pensé que el aparato que tenía en sus manos se le iba a deslizar, y no tardó mucho en que mis predicciones se hicieran realidad.
Sentí ganas de vomitar, yo hubiera preferido tener la imagen antes vista de su nieto, y su bella amante.
Empecé a descubrir que la cerda de doña Flor espiaba a su nieto desnuda para acariciarse, por que no siempre su marido se dejaba agarrar.
El lunes pasado sentí contracciones en mi cama, me imaginaba  a Simón cabalgándome y disfrutaba su pene erecto. Solo fantaseaba; doña Flor  hoy me invitó un café, reaccioné  de forma que le pareciera sorprendida, pero por dentro yo estaba consternada y me pregunté ¿ahora que querrá esta vieja hijueputa?
Nos sentamos a tomarnos el café y empezó a mirarme de una forma extraña, como si tratara de descubrir lo que pensaba.
Rompí el silencio y le pregunté, ¿doña Flor, es usted feliz?
Ella hizo una sonrisa, yo no más vi como como su caja se movió lentamente.
Contestó, he decidido con el tiempo hacer mi vida llevadera.

Soló  con los años lo entenderás, en ese momento la miré justamente a sus ojos y vi toda su experiencia, como si  hubiese visto a través de su mirada, todo, debajo de tantas arrugas y parpados caídos; ¡Qué momento más extraño y humano¡. Y constaté  que la vida está llena de momentos como este.

Volví a pensar en mi vida, pero preferí  dormir.