martes, 10 de septiembre de 2013

En el confesionario


Querido cura, amado mío, admití mis pecados y herejías hoy. Contando con tan solo trece años no he podido declarármele. Temo decirle en su cara lo que causa en mi interior, y la emoción que me produce esperar casi una semana para poder verle. Evito a toda costa que mi padre vaya conmigo al confesionario.  Al llegar a la iglesia las ansias y nervios invaden todo mi cuerpo, mi mente, y me vuelvo un caos.

Usted logra desquiciarme de  una forma sorprendente, al acostarme, no puedo  soportar la idea de dormir, y dejar de pensarle,  entonces, se dibuja su rostro y aquella mirada en mi memoria. Esos ojos negros  me acompañan y lentamente desaparecen con el mar mismo.

Mis senos están creciendo, ¡y cómo me encantaría que fuesen besados por ti!, con un Ave maría, que vayas descubriendo todo mi cuerpo,  y así lentamente,  que roces tu barba por mis brazos, abdomen,  hasta hacerme estallar del hormigueo.

La vez pasada soñé que me atrapabas en el confesionario, Con un beso  me envolvías, hasta desposeernos de nuestras  vestiduras, de tu sotana, sentí  tanto calor en mi flor, y más al descubrir  tu miembro húmedo  que rosaba y palpitaba en mi pequeña cueva.

Al darte cuenta  de mis travesuras me pegabas unas cuantas palmadas,  que dejaron como accidente. Agitaciones, y contracciones en mi pelvis,  y estas  pequeñas manos no evitaron introducirse allá, donde me gustaría que estuvieran las tuyas, y declamar una letanía para tal acto:
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Rosa mística, Torre de David, 
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo, y del infierno.
Dios, Padre celestial, acompáñanos en esta ceremonia  maldita, bendita. 

Introdúcelo lentamente, 
hasta que me sacies, hasta que te sacies. 

Al entrar en la iglesia, mis pasos me acercan a ti, acompañados de santos, ángeles,  que no hicieron otra cosa más que observar  y musitar sigilosamente cada uno de mis pensamientos,  cada movimiento convertido en un revoltijo  de emociones,  que no soportan la incertidumbre, y esperar esa palabra, o gesto de respuesta.

Mi cura, mi ensueño,   guardas no solo secretos y confesiones, en ti se alberga un misterio, te delatas al observarme,  mirada tuya inquisidora, inquietante, que conquista  y desconcierta.

La valentía abandonándome pone en duda si entrar, o no.  Me gustaría salir corriendo y esconderme, como el año pasado cuando besé a un niño  por primera vez.
Pero decido entrar,  un impulso se apodera  de mi organismo, mi psique.

Al  introducirme  en ese pequeño cajón me recibe otro eclesiástico.
Siento un alivio inmenso, pero mi corazón es hecho pedazos.

2 comentarios:

  1. Amor, en el mundo tú eres un pecado!
    Mi beso en la punta chispeante del cuerno
    del diablo; mi beso que es credo sagrado!

    Cesar Vallejo, Amor prohibido

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  2. Estoy pensando como el cura Cayetano:

    Yo acabaré, que me entregué sin arte
    a quien sabrá perderme y acabarme,
    si quisiere, y aun sabrá querello:

    Garcilaso, Soneto I.





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