martes, 24 de septiembre de 2013

Ofrecimiento.

Os ofrezco,  mi querido cura, para siempre,  el amor que os tengo con mi hijo, el espíritu el santo. Os ofrezco, adorables sonrisas, y una inquietante caricia que sé que a usted le perturba,  y hace que tenga esas cortas  y encantadoras eyaculaciones;  el amor, las complacencias, la felicidad y todas las delicias de que gozáis y gozaréis eternamente en la contemplación de vuestras infinitas imperfecciones. 
¡Divino!, ¡maldito!, rogad a  tu cordura, como lo hicisteis la víspera de vuestra pasión, que me una a vos, como vos le estáis unido al cielo y al infierno, donde espero que con un acto sublime, juntes  un día, la unión de mi corazón con el vuestro por toda una eternidad.  


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