lunes, 8 de julio de 2013

Una noche en el burdel

(Serie, Prostitutas y burdeles)

El olor es intenso, como las calles húmedas de Cali, olor a semen y fluidos un tanto embriagadores, pero no tanto, con la mirada ausente, perdida, melancólica y fugitiva  de una señora que podría ser mi abuela.
En el burdel, bailan muchas mujeres y ríen, una risa entre dicha, a carcajadas se ríen, como si se burlasen de sus propias vidas, los cerdos, malolientes, camioneros, carniceros, destilan su arrechera de tal forma que me dan ganas de vomitar.

Justamente condenso mi atención despiadadamente  en dos mujeres, una un tanto vieja y la otra joven, como madre e hija. 
Las dos conversan sin dejar de mirar su alrededor, estando siempre disponible a cualquier cretino que se las quiera follar.
Mientras tomé un par de cervezas, observé  cada rincón de aquel lugar, cada señal emitida por cada uno de los habitantes de ese lugar.

Se acercó una chica preguntando que si se me apetecía un baile, pero no era lo que yo  deseaba.
Sus pupilas escondidas y mis deseos de dibujarla, me llevaron a preguntar si estaba disponible por treinta minutos, dijo sí, como quien se lleva una sorpresa.
Al entrar al cuarto, me preguntó que quería. Yo le contesté, desnúdate y te abalanzas en la cama, acostada en el catre, como esperando, le dije que la iba a dibujar, ella consternada y un tanto extasiada, me dijo que por su puesto.
Empecé a dibujarla mientras ella incomoda me miraba, me observaba como si quisiera olvidar  un poco el ambiente, un tanto agotada cayó dormida, en el sueño más preciado, Soñaba como jugaba con su hermana.
Al terminar salí, y la deje dormida. La despertó un cerdo, cruelmente metiéndole la polla por el culo, ella gritó, un clamor  de dolor, no físico, un suplicio del alma, algo que ya no podía detener.













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