Su cuerpo estremecido por el dolor se crispo al morir, los últimos versos fueron estos: Valiente, valiente tú mujer que me asesinaras, la acompañó el suspiro mortuorio, su heroína cambiaba.
Solo es de seres extraordinarios los que se deciden a combatir con la vida; los que se atreven, cuando yacía ya muerta su heroína permanecía estática, excitada, aquel fallecimiento le dio vida a su vida, como un estallido de explosiones emocionales, levito suavemente hasta caer la noche, caminaba, caminó por mil años como un espectro, aún sigue caminando entre nosotros.
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