domingo, 16 de mayo de 2010

En el dédalo exquisito




El ocio que mi cuerpo necesita, no es precisamente una condición de pereza que mi designio escoge, mientras; personas que se refieren de mí citando imponentes ideas falsas, tanto como sus propias vidas.

Me levanto y lo único que me acompaña es mi almohada, a un costado de mi recinto favorito, libros discriminados por otros, me dicen que no hago nada y están en lo cierto, mi cuerpo, mis manos y pies solo esperan señales de mi cabeza esclava, porque ella no para, trabaja todo el día, la noche y la vida.

Tengo cada vez más la seguridad ante lo que opino, de las absurdas y nada evolucionadas vidas de los demás.
¡Gentes incapaces de quebrantar lo que ya está! ¿Igual quién da más?
Cada quien escoge el no ir más allá y enloquecerse. O vivir “feliz” más agradable la decisión. Pero me resulta tentadora la idea de inadaptarme cada vez más y no seguir como aquellos con las cadenas atadas a su pugnar de entendimiento.

Pobre de mi memoria que pelea con tratar de recordar a veces nombres y palabras para que ustedes las escuchen, y el pillaje que le hago a mis diccionarios me vuelven aún más inútil.
Pero si les hablara con mi lenguaje sería una eternidad de excrementos secos.

Esta es mi vida, llena de sensibilidades que hacen desprenderme abriendo otras puertas a la confusión, y desenredos que llagan con la tranquilidad del mar.


La flojedad está en mis cuerdas bucales que no quieren hablar y gritar, después no podrán callar y así se aburrirán, por que caerán en el retozar. ¡Por ahora ya está! lo demás no está claro, ¡y lo único que quiero en este momento es un café y un cigarro!

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